85 años. No se dicen fácil, ni
tan poco los han sido para ti. A tus 11 años dejaste el colegio para dedicar tu
vida a tus hermanos, para ayudar en casa y salir adelante a pesar de no tener
una calidad de vida magnífica. No sé si habrá sido esa la razón por la cual
sigas dedicando tu vida a los demás, quitándote de ti para ofrecer a cualquier
persona que se cruce por tu vida. Es por eso que mereces ser noticia abuela,
por eso y por mil millones de cosas que hacen mejor mi vida día a día.
Recuerdo perfectamente las
mañanas de verano que pasaba contigo, junto al sol de junio, cuando yo,
orgullosa, aprendí a coser botones y me creía la mejor modista al igual que
artista, cuando la única artista de este escrito eres tú. Tú, que has cosido más
de dos y de tres vestidos y entre ellos uno muy especial, que fue el de mi primera
comunión. ¡Qué felicidad la mía cuando decía que el vestido me lo había hecho
mi abuela! (Y vaya sonrisa la tuya, cuando me lo viste puesto la primera vez)
Si la llegada del fin de semana
ya me alegra, no te imaginas lo que me alegro cuando sé que el sábado al
mediodía no me van a faltar esas croquetas que son magia, esa lasaña que te
sale irresistible o aquel bizcocho en el que pones todas y cada una de tus
ganas. Ese bizcocho que nos ha salvado varios “hamaiketakos”, varios desayunos
y varias tartas de cumpleaños.
Tu nombre, Mª Dolores, no te hace
justicia, bueno o tal vez un poco sí. Eres capaz de calmar todos los dolores, y
cuando digo todos, son todos. Tu calma, tu paciencia y tu capacidad de hacer
cremas que sirven para cualquier herida que tengas y lo curan todo, son el
mayor invento que haya podido hacer cualquiera en esta vida. Y tenías que ser
tú, de nuevo, están a la vista tus huellas de artista.
Y es que no solo cuidas de tu
familia, también tienes tiempo para visitar a tus amigas. Me encanta la cara de
arrepentida que pones cuando dices que has ido a merendar con ellas y te has
comido un chocolate con churros o un café con leche con un mogollón de
galletas.
Hoy me toca a mí hacer por ti, aunque
sea escribiéndote estas palabras (que tendría mil más por añadir), aun
sabiendo que probablemente jamás las leas. Te quiero amona, te quiero y lo haré por
siempre.
Ze politta Amaia. Haz que le llegue, le harás feliz!
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